jueves, 10 de noviembre de 2011

23 de octubre de 2011.Buen día para hollar sobre la Sierra Cebollera.

23 de octubre de 2011
Buen día para hollar sobre la Sierra Cebollera.
Así, siguiendo los protocolos serbaleros, y después de perfilar con la Cuerda del Pozo el embolsamiento del recién nacido río Duero, nos detuvimos en el Royo y nos enrollamos entre la búsqueda de la panadería donde cumplir con el rito del pan y una taberna en la que sirvieran café.
Con la Guía de nuestro compañero Julio Zaragoza iniciamos la ruta en Molinos de Razón; y, a contracorriente del arroyo Razoncillo, comenzamos a exhibir nuestras razones andariegas.
El ascenso hacia el pico Cebollera, tendido y suave en un principio, se cubría con ciertas nubes bajas que nos impedían ver el panorama montañoso; y allí, agazapado entre  la incipiente marcescencia de los robledales falderos, nos esperaba la cima con ignoto desafío.
Las curvas de desnivel, de momento sobre los planos que llevaba “el Triky”, eran perfiles que requerían examen con gafas de maestrilla o maestrillo, y vista la juntura que mostraban tales líneas, nos daba una idea, muy creciente, de los escalones que nos quedaban por remontar. Menos mal que, como castigo en los seminarios, no teníamos que barrerlos hacia arriba.
Pronto el viento se fue llevando las nubes hacia el cielo, lo más altas posible, y, con una boina celestial sobre nuestras cabezas, pudimos maravillarnos con los acebos, las hayas, los robles y los arces, y algunos bosquecillos de abedules nos iban mostrando su belleza frondosa, matices otoñales que se asomaban por el verdor perenne de las encinas, huérfanas éstas, entre la hegemonía del pinar soriano.
Nos asomamos, razonablemente, al acantilado para mirar el valle del río Razón; y, una razonable luz, nos permitió ver lo que veíamos, y lo que no divisábamos, los razonábamos al gusto de nuestra fábula.
Cercanos ya a las lagunas glaciares, al sur bajo la cordillera cebollera, no pude por menos que comparecerme de Yúsuf, aquel morisco del siglo diecisiete que, convertido a cristiano nuevo, y dispuesto a dar veracidad de su conversión a los cristianos viejos que lo vigilaban con suspicacia, había iniciado el camino jacobeo desde Valencia para unirse al rumbo de la vía láctea por Nájera.  Desde Soria ascendió hacia la sierra Cebollera para luego descender, al norte de ésta, por la comarca de Cameros. Y aquí, en una majada, a salvo de lobos y lobas, se encontró con una pastora, cristiana vieja y mujer con mucho ardor, más de lo que su religión le permitía; esto es, calentura femenina que quiso quemar de amor a Yúsuf. Mas éste, cumplidor del cristianismo hasta conformarse con única esposa y renunciar a la poligamia del Islam, optó por huir del pecado, de noche, entre zarzales, riscos y arroyos silenciosos; las garrapatas no tuvieron piedad de él. No relato lo que sigue porque entonces no me compraréis la novela cuando la publique, si un día la termino.
Llegamos al borde de las lagunas, donde comienza la cuerda hacia el pico. Pero vista desde abajo la distancia a subir, el acosador enfriamiento repentino, el corto tiempo que nos concedía el reloj hasta la noche, la negra cobertura etérea que amenazaba con desenfundar los truenos, y la razón de una compañera que aseguró tal ascenso, ese día, sólo apto para  valientes y chiflados, decidimos, con buen juicio, quedarnos a comer junto a las lagunas: el verbo de compartir vituallas, vino y coloquio fue nuestra razón.
El descenso hacia el valle resultó ameno, incluso practicamos algún tropelón  cuando no nos mirábamos mutuamente.
En las cercanías de Sotillo del Rincón, cuando ya nos llegaba el aroma de las cervezas en armonía, gozamos actitud de dos compañeras que tomadas del hombro, como colegialas ya libres del aula, cantaban, muy bien por cierto, a ritmo de tango... Volver, con la frente marchita...
                                                                      Luis Carlos Blanco Izquierdo

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